Angel Ramírez
Era un día soleado en la ciudad, esto resultaba muy conveniente, ya que tenía una mejor visión de su objetivo. Sus deseos se podían ocultar en el gran tumulto de la hora pico y, aunque había claridad, podía acercarse y alejarse cómodamente sin causar rareza entre los transeúntes.
Había perdido la cuenta de los días dedicados a estudiarlo, a conocer al detalle su rutina. Sentía que podía conocer cada excepción a la ruta; si se desviaba para comer algo inusual, si pasaba por un baño público, incluso las horas en las que comúnmente regresaba a casa.
Éste tenía que ser el día donde lo lograra, aprovecharía que visitaba a su mecánico de confianza, ubicado en una privada bastante solitaria. Sabía de qué calaña eran las personas que frecuentaban ese sitio y que los callejones y estrechas calles intricadas, proporcionaban un excelente medio de escape al corazón de la ciudad o hacia el conjunto habitacional cercano. Incluso en plena tarde era peligrosa esa zona; un laberinto de ladrillos y departamentos marginados en los lindes de la urbe.
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