Fernando S. Zúñiga
Por increíble que parezca, la historia del arte está repleta de creadores que en vida pasaron un poco inadvertidos para la humanidad y no alcanzaron la celebridad hasta después de su muerte. Jamás disfrutaron de la fama, del dinero y de los elogios que generó su obra. Con la llegada de internet parece que esto ya no es un problema, pero la sobresaturación de información no facilita la divulgación eficaz de obras artísticas que deberían ser honradas en tiempo y forma. Hoy nos parece absurdo que los relatos de un magnifico escritor como Howard Phillips Lovecraft no fueran reconocidos en su época, pero a inicios del siglo XX los tonos literarios que tomaban sus creaciones eran apenas una semilla plantada en el imaginario colectivo. Al contrario de sus libros, la vida de H.P Lovecraft fue un absoluto drama, lleno de tragedias y una enfermedad que le trajo la muerte a la temprana edad de 46 años. Pasaría casi medio siglo para que la historia le permitiera cosechar una silla en la mesa de la inmortalidad.
Desde su nacimiento, el Cine ha tenido una relación bilateral con la literatura. En ocasiones esta relación es bastante afortunada, pero a veces existen coyunturas que perjudican a una o ambas partes. Con el auge del género de terror y ciencia ficción en el cine de los 60 y 70 era indiscutible que se buscaría llevar a la gran pantalla las historias del universo Lovecraftiano. Pero a ojos de la crítica y de la audiencia parece que esto no salió muy bien. La mayoría de películas han sido un intento fallido ya sea por criaturas y personajes mal diseñados o por la incapacidad de reproducir los horrores propios de su arte. El tiempo ha dejado claro que H.P. Lovecraft es un autor imposible de acoplar en un largometraje, pero como le pasó en su momento a J.R.R. Tolkien, tal vez los medios actuales ayuden a lograrlo.
Estrenada en septiembre del año 2019, Color Out of Space es un film que adapta el cuento homónimo que Lovecraft publicó en 1927 sobre el detrimento de un pueblo y sus habitantes tras la caída de un pequeño meteorito. Escrita y dirigida por el cineasta estadounidense Richard Stanley y con un presupuesto de 6 millones de dólares la película está más cerca del cine independiente o de serie B, algo en lo que Stanley tiene un amplio currículum con películas como Dust Devil (1992) y la que se considera una pieza de culto cyberpunk, Hardware (1990). El resultado, por increíble que parezca, es irregular y por momentos caótico, pero sumamente entretenido. Y esto se lo atribuyo a varios elementos destacables. En primer lugar, el elenco liderado por la super estrella Nicolas Cage revela interpretaciones desencadenadas y, hay que decirlo, por momentos sobreactuadas, pero que representan bien una atmosfera misteriosa. Un detalle obvio pero enriquecedor es que gracias a su limitado presupuesto la cinta no abusa de los efectos por computadora, lo que la hace un trabajo más artesanal. Tanto en la puesta en escena como en la creación de monstruos, haciendo referencia a clásicos del cine de terror como puede ser The Thing de John Carpenter.
Tras la caída de la roca espacial, este comienza a irradiar un color inquietante que afecta la flora, la fauna y la mente de los habitantes de la ciudad de Arkham. En el cuento, el autor describe este color como “un cromatismo inexistente en la Tierra”. Pero Richard Stanley se toma la libertad creativa de asignarle el color magenta, no porque sea un cineasta insulso sino porque es un cineasta pragmático. Tal vez este sea el paralelismo más claro para ilustrar la imposibilidad de moldear el universo Lovecraftiano a la pantalla grande: La imaginación triunfa frente a la realidad.
