Deseo y desesperación

Leonora Zea

Desde que Maya lo había conocido, desde que se había dejado enamorar por esos ojos verdes y seducir por las palabras que la hacían reír hasta el llanto, había llorado y sufrido por una pérdida que no era suya, por un dolor ajeno que, de algún modo, de vez en vez la acechaba entre sueños y pesadillas.

La vida a lado de Rafael era simple. Las peleas eran pocas y las pláticas largas. Las noches de película y los domingos de museos no faltaban en el calendario y a pesar de todo el amor y toda la felicidad que se puede tener al estar al lado de la persona indicada, el mes de octubre de cada año se llenaba de nostalgia.

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Solo para desahuciados

Eric Michel Villavicencio Reyes

“Solo para desahuciados”, clama el cartel de la entrada, y quizás por eso no se le acerca nadie, a pesar de ser un restaurante vacío en un día convulso.

Cumplo los requisitos, y estoy hambriento. Obras de caridad como esta no se ven todos los días; apenas una olla de sopa y una papa para todos suele ser más que suficiente para contentar a los muertos de hambre.

Entro, me recibe una calidez inusitada, algo que no conozco, o finjo no conocer para no extrañar. Las empleadas, todas mujeres, me esperan formando una fila, me guían a una mesa con una sola silla. Todas sonrientes, todas expectantes.

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Bacanales

Andrei Lecona Rodríguez

Oculto entre la espesura de los abetos, el detective Sepúlveda observaba al tropel de enmascarados adentrarse en las ruinas de la iglesia. Su instinto de veterano le decía que algo no estaba bien. Se suponía que Damián, su joven compañero, lo encontraría en ese preciso lugar, pero los minutos pasaban y no había señal alguna del novato. Sepúlveda miró su reloj.

—Más de veinte minutos tarde ¿Lo habrán descubierto estos sujetos? — Pensó, preocupado. —No, no es posible. Habría habido alguna conmoción. No estarían tan tranquilos estos locos.

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Escape

Andrés Muñoz

12 de mayo del 2023, Santiago de Chile.

La detective de narcóticos, sargento Angela Ponce, hizo zoom con sus prismáticos digitales para mirar aún más de cerca un intercambio ilícito a las puertas de un antro escondido entre los callejones húmedos y mal iluminados del centro. Los objetivos, seguidos hace meses, son parte de una célula sectaria acusada de crimen organizado y producción de drogas químicas.

La policía había modificado un foodtruck para esconder a dos personas en un compartimiento paralelo con ventanas mimetizadas, sin deformar el chasis ni afectar a los cocineros que atendían al público.

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Alpha

La bestia, el Dios, el Omega, a la creatura se le consagra una única vez cada vida, cada siglo. La joven ofrenda está aquí para cumplir con su tarea. No llora, no sufre, está lista bajo la premisa de aceptar un destino que se le obsequió y aceptó. Es virgen, porque la sangre derramada será la forma de santiguar el culto.

Ella espera, con las caderas abiertas, los senos expuestos, la libido lista para llevar a cabo el mayor de los rituales. No hay manos, no hay otro cuerpo humano, pero la piel siente, goza con el roce de algo que no puede ver. Rodea los muslos, las nalgas y llega hasta el monte de Venus donde explora las comisuras del placer. La penetración es inminente. Ella lo espera, mojada, lista. El ser espera, busca el goce en el clítoris. Ella se entrega a los placeres que le regala su cuerpo. Los senos lamidos, mordisqueados. Los pezones erectos ante el tacto y el aliento.

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El aroma de sus cuerpos

Raziel G.R.

Los conocí una frondosa mañana de marzo. Pablo y Karla, dos hermanos mellizos. Tenía cuatro años de edad aquel día de primavera cuando llegaron, como dos ángeles caídos del cielo a mi clase en preescolar.

Fui la primera que les habló. En el recreo les compartí de mi lonche y les pregunté si querían ser mis amigos ¡Ellos dijeron que sí! Un momento tan dulce, como las uvas que mamá compraba en el supermercado y lavaba para mí.

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Hotel paraíso

Alejandro Benítez

Otra mañana de trabajo, Esther entra saludando al personal y abre su oficina privada, un sitio prohibido para todos. Enciende la luz, contemplando satisfecha sus múltiples pantallas de televisión, fruto de un gran ingenio para los negocios. Al heredar el Hotel Paraíso, la codicia brotó. Huéspedes, trabajadores y cuentas quedaron relegados a segundo plano.

Ella tenía un plan para sacar ganancias extras y libres de impuestos: cámaras ocultas en cada habitación, con la mejor tecnología disponible. Su objetivo era claro: las parejas que no sólo buscaban un sitio para descansar. Esos arrebatos carnales, eran vendidos al mejor postor: voyeristas como ella.

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Carmilla y el horror erótico

Escoria Medina

Carmilla de Sheridan Le Fanu fue escrita en 1872 y actualmente es considerada una de las obras cumbres para el estudio de la literatura gótica. La narración se centra en Laura quien a su vez nos narra la terrible historia que sucedió durante su juventud y de la cual aún posee temores nocturnos por no poder olvidar tan terrible acontecimiento. En dicha anécdota se nos cuenta la llegada repentina de una joven desvalida de nombre Carmilla. Ambas jóvenes crean un vínculo sentimental profundo del que Laura se verá afectada ya que Carmilla va consumiendo la vida de Laura lentamente. Además, la muerte se cierne entre la población ya que una extraña enfermedad comienza a drenar a las mujeres hasta llevarlas a la muerte. Todas las piezas se van uniendo al final de la novela para desenmascarar a Carmilla y de ese modo acabar con el vampiro.

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Anna

Miguel Ángel Díaz Barriga N.

Tras la puerta colgaba el cuadro de Anna. Ángel se encontraba de pie frente a la habitación, a un paso de la entrada. Miraba la perilla plateada fijamente mientras su mano temblaba sin que se diera cuenta. A pesar de que llevaba una semana durmiendo en la sala, no se había atrevido a mirar esa puerta, mucho menos a abrirla. Pero ahora estaba ahí, debatiendo si entrar o no, si volver a ver el cuadro o mudarme de departamento esa misma tarde.

Del otro lado de la puerta blanca estaba la habitación principal y el cuadro de acrílico colgado frente a la cama, lo había comenzado a pintar justo cuando volvió del crematorio. Se había encerrado en el cuarto, recordando aquel beso frío y sin respuesta que le dio a su esposa mientras aún estaba en el féretro. Recordó las miradas ahogadas en lastima, hipócritas en su mayoría, mientras se retiraba a la calle a fumar.

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Nuestra amorosa pesadilla

Lord Crawen

A H. P. Lovecraft.


Madrugada en la Ciudad de México; hecha para los valientes que se atreven a transitar sus calles. Alberga hijos de la calle, los extraviados en el alcohol y estupefacientes, que buscan el cobijo de la madre abandonada bajo la estela nocturna.

Sobre la cerrada de San Ciprian, algunos autos transitan, los ruleteros de la noche que entregan a sus hogares a quienes en la fiesta, pierden lo último que tendrán de su salario. La sirena de los autos de la policía que persiguen a uno que otro malhechor, con el cual no darán el paradero una vez que entren a los callejones donde, al parecer, la sombra de la noche los resguarda para no ser atrapados.

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