Una pieza más al rompecabezas

Uriel Velázquez Bañuelos

Ella era consciente de lo que buscaba y las consecuencias que tendría. Lo había leído un millar de veces y experimentando otras más. Ella quería ser libre. Aunque su figura apareciese en las noticias y llevara el dolor y olvido a donde quiera fuese, seguía haciéndolo.

Frente a frente, con quien le daría una imagen más a su vida, le conectó el cable de alimentación neuronal por su orificio nasal. Su víctima era un chico que vendía cigarros en las calles. La chica vio cómo aquellos ojos violetas se enrojecían ante la descarga eléctrica. En cada fragmento de memoria que le extraía, el cerebro le pulsaba y sus huesos chillaban. Su víctima, por otra parte, estaba mudo ante el dolor; la corriente eléctrica evaporaba su sangre.

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Proyecto 14-999

Angel Ramírez

El experimento había acabado y era hora de analizar los últimos datos y sacar las conclusiones pertinentes. El gigantesco sitio debía ser limpiado para no dejar rastro de lo ocurrido, no podían permitir que sus proyectos se vieran corrompidos debido a que sus sujetos de pruebas se percataran de su situación. Un grave error sería que sus creaciones aspiraran a tomar su lugar y no lo volverían a permitir. Solamente había que seguir el protocolo, además, resultaba sumamente interesante observar el comportamiento de tales organismos y aprender de sus errores y catástrofes.

Los científicos se desplazaron hasta el sitio en sus vehículos de forma aplanada y con propulsores ovalados, surcando el espacio y acortando con hipervelocidad, los años luz que los separaban de sus sujetos de pruebas. El equipo encargado de aquella tarea se conformaba de un grupo de personas cuadradas y de piel grisácea, sus ojos inexpresivos reflejaban el vacío de agujeros negros. A comparación de sus otras subespecies, no les importaba qué lugar ocupaban en el surgimiento de su raza, probablemente no eran los primeros, pero sí los pioneros en crear más como ellos y aprovecharse de eso.

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Profundo

Ronnie Camacho Barrón

Desde niño, soñé en convertirme en biólogo marino, me encantaba pasar horas frente a la playa recogiendo pequeñas conchas, tomando como mascotas a los cangrejos y observando ballenas en el horizonte.

Sin embargo, mi padre se opuso. Quería que estudiara ingeniería aeroespacial y siguiera sus pasos en la NASA diseñando cohetes, traté de hacerle entender que el mar era mi vida, por su parte, él aseguró que el océano ya no tenía nada que ofrecernos y que era en el espacio donde se encontraba el futuro de la humanidad.
Discutimos por horas, hasta que harto, puso un ultimátum, estudiaba lo que él quería o me iba de casa. Escogí la segunda, fue difícil, pero no me rendí y aunque no pude convertirme en biólogo marino, como buzo del ejército, pude estar tan cerca del mar como siempre quise.

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¿Por qué no hay vida en el resto del universo?

Antonio Arjona Huelgas

Jacobo se preguntaba qué habría más allá del planeta Tierra. Todas las evidencias astronómicas indicaban la no existencia de vida en el universo, o la extinción de la misma. Tras mucho investigar, enviar sondas, mirar a través de telescopios o satélites, más nada había allá afuera. Claro, Jacobo no podía estar de acuerdo con esas conclusiones. Ramas subestimadas de la ciencia como la astrobiología invitaban a imaginar posibilidades insólitas. Aun así, no tenían evidencias suficientes para dar con ella. Así, Jacobo, mientras exploraba supervisaba las imágenes del telescopio NEWBORN, se hizo una pregunta: “¿Y si la vida allá afuera se ha desarrollado bajo condiciones tan lejanas a las de la Tierra que ni siquiera pueden reconocerse? Si es así, ¿Podemos comprender la vida en esas condiciones?”. Pensó en los exoplanetas en los que se había pensado que podían albergar vida, todos similares a la Tierra, con procesos más o menos similares. Quizá con suficiente parecido como para suponer la aparición de la vida, aunque no de la vida inteligente, o tan siquiera de la vida compleja. Entonces pensó, “¿Y si hay vida dónde nunca pensamos que la habría?”. Con ello en mente, verificó agujeros negros, planetas en condiciones extremas, planetas errantes, sistemas solares caóticos, tanto como pudo para encontrar a los potenciales habitantes de las estrellas lejanas. Se le ocurrió entonces buscar en un sistema binario, cuyas estrellas masivas habían consumido la mayoría de los mundos a su alrededor. Ahí notó algo: una sombra.

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LOVE, DEATH AND ROBOTS

Jorge Luis Lozoya

LOVE, DEATH AND ROBOTS es una serie de Netflix que a través del recurso de la animación explora el género de la Ciencia Ficción, desde los mundos pos-apocalípticos hasta líneas temporales a mundos distópicos. Dentro de los pilares de la inspiración para estas historias se encuentra el escritor estadounidense Howard Phillips Lovecraft, mejor conocido como H. P Lovecraft o simplemente como Lovecraft.

Los episodios más lovecraftianos del programa a menudo vienen con seres inquietantes y escalofriantes destinados a evocar el horror cósmico. Dichos momentos son puro combustible de pesadilla hasta lograr que los espectadores se cuestionen su lugar en un universo o creer que en el universo podrían existir seres inexplicables como los de las mismas novelas de quien se inspiran.
En Beyond The Aquila Rift (Volumen 1, Episodio 7) se presenta a una de las criaturas más terroríficas de toda la serie, Greta.

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¿Por qué no hay vida en el resto del universo?

Antonio Arjona Huelgas

Jacobo se preguntaba qué habría más allá del planeta Tierra. Todas las evidencias astronómicas indicaban la no existencia de vida en el universo, o la extinción de la misma. Tras mucho investigar, enviar sondas, mirar a través de telescopios o satélites, más nada había allá afuera. Claro, Jacobo no podía estar de acuerdo con esas conclusiones. Ramas subestimadas de la ciencia como la astrobiología invitaban a imaginar posibilidades insólitas. Aun así, no tenían evidencias suficientes para dar con ella. Así, Jacobo, mientras exploraba supervisaba las imágenes del telescopio NEWBORN, se hizo una pregunta: “¿Y si la vida allá afuera se ha desarrollado bajo condiciones tan lejanas a las de la Tierra que ni siquiera pueden reconocerse? Si es así, ¿Podemos comprender la vida en esas condiciones?”. Pensó en los exoplanetas en los que se había pensado que podían albergar vida, todos similares a la Tierra, con procesos más o menos similares. Quizá con suficiente parecido como para suponer la aparición de la vida, aunque no de la vida inteligente, o tan siquiera de la vida compleja. Entonces pensó, “¿Y si hay vida dónde nunca pensamos que la habría?”. Con ello en mente, verificó agujeros negros, planetas en condiciones extremas, planetas errantes, sistemas solares caóticos, tanto como pudo para encontrar a los potenciales habitantes de las estrellas lejanas. Se le ocurrió entonces buscar en un sistema binario, cuyas estrellas masivas habían consumido la mayoría de los mundos a su alrededor. Ahí notó algo: una sombra.

Por un instante, la imagen se perdió. Entonces Jacobo trató de volver ahí. Se apresuró a computar los cálculos al tiempo en que consultaba las imágenes, ansioso. Había algo en ese lugar, y parecía estarse ocultando, o que algo le ocultaba. Programó de nuevo la computadora para poder observar. Un destello, un corte, oscuridad en medio de las luces. Ahí, entre las dos estrellas que parecían orbitar entre sí, pudo notar algo oscuro. Las estrellas orbitaban la masa oscura. Trató de aclarar la imagen, entonces, creyó notar un ojo mirándolo.
Saltó, asustado. Jacobo creyó estarse volviendo loco. Tras la traición de su imaginación, trató de dar de nuevo con el sitio al que había estado observando, ya que otra falla en la computadora lo había alejado de nuevo. Sin embargo, ya conocía la dirección en la que debía apuntar.

Dirigió el telescopio hacia las coordenadas indicadas. Al instante, una mancha negra cubrió la imagen, extendiéndose cada vez más. Oyó una voz en alguna parte. Nadie estaba ahí, de todos modos podía escucharla. No se oía junto a él, o en un punto cercano, el ruido provenía de la imagen del telescopio. La mancha negra seguía extendiéndose. Creyó oírla de nuevo, como si lo llamara. Cada vez sonaba más fuerte. Recordó un nombre en ese momento, proveniente de las lecturas de su infancia, de Lovecraft y de Chambers, de Derleth, de King, de Poe, de otros tantos, que, mientras más recordaba, más le dolía la cabeza. Miró al cielo con sus propios ojos, le pareció que las estrellas a su alrededor se desvanecían. ¿Qué o quién podía moverse tan rápido por el espacio? Nada, ni la luz, y nada superaba la velocidad de la luz. A menos que movieran el espacio mismo. ¿Qué mueve el espacio? Quién se esconde en las sombras, el que acecha en la oscuridad. Eso era porque no era una presencia en la oscuridad, era la oscuridad misma; caos, ausencia. Vinieron los nombres a su mente: Hastur, Cthulhu, Azathoth, Cthuga, Shub Niggurath el devorador de galaxias, Nyarlathothep el caos reptante. Entonces comprendió todo, entendió lo que no debía.

Por un momento maldijo su destino. Nadie debía saber lo que él sabía, los humanos no debían acercarse a ello. La sola revelación… ahí estaba, se oyó de nuevo, el mundo se había oscurecido. Sabía el nombre de su acechador, llegó a su mente en un instante, había llegado atravesando años luz en un instante, a través de la noche.
Ya no tuvo más tiempo de lamentarse, pues algo lo jaló, una presencia con la atracción de un planeta. Había llegado desde el infinito, Jacobo cayó hacia los cielos, por ocasión definitiva. Nadie volvió a saber algo sobre Jacobo. No obstante, la imagen del telescopio quedó velada para siempre, una sombra que nunca desaparecía quedó impresa en el lente, recordándoles las preguntas que es mejor no responder.


La mascota del señor Petro

Eric Michel Villavicencio Reyes

La señora Martínez era una viejecita adorable que vivía en el número 48 de la calle Turkey. Tenía muchos amigos, y nunca negaba ayuda a quien la necesitase. Todos la querían en el vecindario y los niños iban a su casa a menudo para jugar con el columpio de su jardín.

Un día el señor Petro tocó a su puerta. La señora Martínez le recibió con alegría, como haría con cualquier otro visitante. Él pidió alguna comida para alimentar a su mascota, alegó que desde que probara la carne de pollo renegaba de los alimentos sintéticos. La señora Martínez entró a su casa y regresó en poco tiempo con dos postas enteras para el señor Petro, quien, agradecido, se fue tan silenciosamente como había llegado.

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Un cromatismo inexistente en la Tierra / Color Out Of Space y el cine Lovecraftiano

Fernando S. Zúñiga

Por increíble que parezca, la historia del arte está repleta de creadores que en vida pasaron un poco inadvertidos para la humanidad y no alcanzaron la celebridad hasta después de su muerte. Jamás disfrutaron de la fama, del dinero y de los elogios que generó su obra. Con la llegada de internet parece que esto ya no es un problema, pero la sobresaturación de información no facilita la divulgación eficaz de obras artísticas que deberían ser honradas en tiempo y forma. Hoy nos parece absurdo que los relatos de un magnifico escritor como Howard Phillips Lovecraft no fueran reconocidos en su época, pero a inicios del siglo XX los tonos literarios que tomaban sus creaciones eran apenas una semilla plantada en el imaginario colectivo. Al contrario de sus libros, la vida de H.P Lovecraft fue un absoluto drama, lleno de tragedias y una enfermedad que le trajo la muerte a la temprana edad de 46 años. Pasaría casi medio siglo para que la historia le permitiera cosechar una silla en la mesa de la inmortalidad.

Desde su nacimiento, el Cine ha tenido una relación bilateral con la literatura. En ocasiones esta relación es bastante afortunada, pero a veces existen coyunturas que perjudican a una o ambas partes. Con el auge del género de terror y ciencia ficción en el cine de los 60 y 70 era indiscutible que se buscaría llevar a la gran pantalla las historias del universo Lovecraftiano. Pero a ojos de la crítica y de la audiencia parece que esto no salió muy bien. La mayoría de películas han sido un intento fallido ya sea por criaturas y personajes mal diseñados o por la incapacidad de reproducir los horrores propios de su arte. El tiempo ha dejado claro que H.P. Lovecraft es un autor imposible de acoplar en un largometraje, pero como le pasó en su momento a J.R.R. Tolkien, tal vez los medios actuales ayuden a lograrlo.

Estrenada en septiembre del año 2019, Color Out of Space es un film que adapta el cuento homónimo que Lovecraft publicó en 1927 sobre el detrimento de un pueblo y sus habitantes tras la caída de un pequeño meteorito. Escrita y dirigida por el cineasta estadounidense Richard Stanley y con un presupuesto de 6 millones de dólares la película está más cerca del cine independiente o de serie B, algo en lo que Stanley tiene un amplio currículum con películas como Dust Devil (1992) y la que se considera una pieza de culto cyberpunk, Hardware (1990). El resultado, por increíble que parezca, es irregular y por momentos caótico, pero sumamente entretenido. Y esto se lo atribuyo a varios elementos destacables. En primer lugar, el elenco liderado por la super estrella Nicolas Cage revela interpretaciones desencadenadas y, hay que decirlo, por momentos sobreactuadas, pero que representan bien una atmosfera misteriosa. Un detalle obvio pero enriquecedor es que gracias a su limitado presupuesto la cinta no abusa de los efectos por computadora, lo que la hace un trabajo más artesanal. Tanto en la puesta en escena como en la creación de monstruos, haciendo referencia a clásicos del cine de terror como puede ser The Thing de John Carpenter.

Tras la caída de la roca espacial, este comienza a irradiar un color inquietante que afecta la flora, la fauna y la mente de los habitantes de la ciudad de Arkham. En el cuento, el autor describe este color como “un cromatismo inexistente en la Tierra”. Pero Richard Stanley se toma la libertad creativa de asignarle el color magenta, no porque sea un cineasta insulso sino porque es un cineasta pragmático. Tal vez este sea el paralelismo más claro para ilustrar la imposibilidad de moldear el universo Lovecraftiano a la pantalla grande: La imaginación triunfa frente a la realidad.