Crónicas de un acoso

Empezó como una amistad, así empiezan todas las historias, ¿no? La amistad se volvió en atracción y la atracción en enamoramiento. El enamoramiento evolucionó en una relación formal que después de varios años (muchos, en opinión de algunos) esa historia tuvo su fin. Nada que no se viera venir.
“Sigamos siendo amigos” dije con la certeza de una madurez que al final terminó siendo inexistente. “Me parece bien” respondió él bajo una sonrisa que ocultaba mucho más de lo que se dejaba ver.
Conocí a alguien más. Un chico lindo de nombre Matías quien me hacía reír como hacía mucho tiempo no lo hacía y a quien después de mi ruptura empecé a frecuentar más.

Ni Matías ni yo éramos ni somos de esas personas cuyas vidas encuentras en una red social, presumiendo con quién sale, a dónde fueron, en dónde comieron, por lo que las fotos en nuestras redes eran casi inexistentes. Hasta ese punto, la relación de coqueteo que existía entre los dos, si bien no era un secreto, tampoco era parte del top ten en las redes. Me gusta pensar que las personas que sabían de lo “nuestro” eran las personas que merecían saberlo.

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Deseo y desesperación

Desde que Maya lo había conocido, desde que se había dejado enamorar por esos ojos verdes y seducir por las palabras que la hacían reír hasta el llanto, había llorado y sufrido por una pérdida que no era suya, por un dolor ajeno que, de algún modo, de vez en vez la acechaba entre sueños y pesadillas.

La vida a lado de Rafael era simple. Las peleas eran pocas y las pláticas largas. Las noches de película y los domingos de museos no faltaban en el calendario y a pesar de todo el amor y toda la felicidad que se puede tener al estar al lado de la persona indicada, el mes de octubre de cada año se llenaba de nostalgia.

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Belleza Natural

El despertador sonó y Javier aún sin abrir los ojos, empezó a sentir el mal humor recorrer su cuerpo.

—Ya párate, dormilón.
Más a fuerza que por gusto, Javier entreabrió los ojos. Jess, con una bata rosa lencera, lo esperaba al pie de la cama con una taza de café recién hecha.

—Nada como una buena taza de café para empezar el día—. dijo Javier mientras se sentaba tratando de ahuyentar el mal genio que lo acechaba. Lo último que quería era una nueva pelea con su esposa.

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