Eduardo Omar Honey Escandón
La puerta de la recámara se abrió de golpe y la chica gritó aterrorizada mientras se levantaba de un salto y tiraba su asiento.—¡Levanta lentamente las manos! —exigió uno de los policías encapuchados, el comandante, que le apuntaba con un rifle de asalto— ¡No hagas ningún movimiento brusco! ¡Muy bien, arrodíllate sin bajar las manos! ¡Si haces caso, nada te pasará! ¡Ahora acuéstate boca abajo! ¡Muy bien! ¡Las manos a la espalda!
Dos elementos hicieron su rifle a un lado y sacaron anchos cinchos de color blanco de sus cinturones. Se abalanzaron sobre la joven que no dejaba de llorar y unieron ambas manos con el lazo de plástico a manera de esposas. Aunque ella vestía con un top y un short, la revisaron en busca de armas incluyendo el peinado afro.
—Llévensela —ordenó el comandante. En cuanto la retiraron se acercó a la computadora y examinó la pantalla— ¡Sánchez! ¡Que venga Sánchez!
Una persona con bata de laboratorio entró a la habitación, levantó la silla del suelo y se puso a teclear como dar taps con sus manos enguantadas. El sonido de una llamada retumbó en el cuarto. El comandante buscó debajo de su chaleco antibalas, sacó un celular algo maltrecho y contestó
—Aquí, el comandante Salcedo. ¡Saludos, señor gobernador! En efecto, actuamos según sus instrucciones enviadas a través del procurador… Sí, me permito darle la noticia que detuvimos a la sospechosa, una tal Eréndira Gámez… No, el técnico aún revisa la computadora de la indiciada…
Espéreme un tantito —. Tapó el teléfono y se dirigió al que estaba sentado frente a la laptop.. Sánchez, dime que encontraste algo.
—Mi comandante, esta computadora está limpia. Tiene las cosas que podían esperarse de una niña… de una joven de trece años y nada más. Puras selfies, fotos con las amigas y de los lugares que visita.
Limpia su cuenta de Tiktok y de Shamefull.
—¿Estás seguro? —inquirió el policía con el Jesús en la boca. Sánchez siguió buscando aunque alzó los brazos con el gesto y-qué-quieres-que-haga.
—Lice… una disculpa. Señor gobernador, falta un examen más prof… Si, en efecto es una menor… No, no nos preocupamos en verificar actividad, solo venimos luego que el sistema nos dijo que de su dirección de internet venían las cartas, fotos y poemas… Sí, también las fotos… No, no hemos encontrado si le enviaron regalos… Tampoco los memes con amenazas… ¿Que nos vieron la cara? ¿Como lo de la semana pasada con ese joven de once años? ¡Claro que no! Aquí Sánchez y otro técnico verificaron la dirección tres veces y hasta la vigilamos una semana… ¿Que si la vimos en actitud sospe… No, nunca notamos nada raro.. ¿Cómo? ¿Que hablará con el procurador para demostrar nuesta incomp… ¡Sí, que tenga una bonita noche!
El gobernador arrojó el iPhone XXV contra la chimenea con tal fuerza que casi le cae en la cabeza al rebotar.
—Mi lechoncito, ¿qué pasó? —preguntó la mujer vestida elegantemente que estaba sentada en el sillón de una pieza— ¿Lo atraparon?
—¡Ese o esa Xtlk@r nos chamaqueó de nuevo! ¡Me lleva! Para que veas, mi cochinita, que estoy haciendo todo lo posible por arreglar esto que te hizo ponerte mal y que casi me pides el divorcio luego que me llegaron todos esos regalos con corazoncitos y puro plagio de poemas de Benedetti.
—Lo sé, mi lechoncito, perdona mi ataque de cel… —decía cuando sonó una alerta en su celular, intrigada lo tomó para ver qué llegó— .¡Ah, chingá! Qué poca abuela de esa desgraciada, ¡mira! —pasó el celular a su marido. En la pantalla había una foto de cuando el gobernador arrojó su dispositivo contra la pared acompañada de un mensaje:
Hija de tu zorrísima madre, que tu ex vea este mensaje que mandó: Amor mío, mi cerdiux, ¡sé que adoraste mi jeuego con esa morrita y ansiabas atraparme para, por fin, conocerme y que estuviéramos solitos! No olvides, ya me conoces, siempre estoy cerca de ti. Por favor, no destroces mis regalos o, ¿cómo podré enviarte mensajitos coquetos! XOXOXO ¡Te Amo, Cerdiux! Y ya deja a esa gorda, nomás está por tu lana. p.d. no te angusties, pronto te llegará otro. Te adora tu Xtlk@r.
El gobernador se puso transparente y empezó a girar la cabeza de un lado para otro buscando algo. Observó la foto del celular y comparó con algo en la pared a su izquierda. Se levantó para acercarse a donde estaba un arreglo floral. Hurgó entre él y tomó lo que parecía un girasol. Al apachurrarlo cayeron pétalos y fragmentos amarillos quedando solo una microcámara del que sobresalía una larga y fina antena.
—Manuela, ¿y éstas flores?
—Son las que me mandas cada día desde que te lanzaste de diputado. ¿No te acuerdas? Fue hace diez años y recuerdo que me puse muy feliz.
—Pensé que tú las comprabas… —se detuvo en seco—, me lleva. —Buscó un número en el celular y al no encontrarlo exclamó—, ¡carajo! ¡Garduño!
Sin dilación se abrió la puerta y un hombre joven, trajeado de azul, entró.
—¿Qué se le ofrece, lic… señor gobernador?
—Que venga de inmediato el procurador, sospecho que hay cámaras por doquier.
El gobernador, desvelado debido a que los técnicos de la procuraduría examinaron tres veces la recámara conyugal encontrando siete cámaras, bajó tarde a desayunar. Lo esperaba el procurador a la entrada del comedor.
—¿Y bien?
—Muy buenos días, gobernador. Vamos progresando y estoy seguro que ya atrapamos a la pareja que perpetró esta desgracia sobre su persona. Una de las cámaras tenía como dirección de envío la laptop de Eréndira Gámez y otra la de Juanico Etchevarri, detenido la semana pasada.
—A ver, a ver. ¿En serio crees que una niña de trece años y uno de once vinieron a instalar cámaras en una casa donde habito desde hace cinco años? ¿Que hackearon arreglos florales que se envían desde una década atrás?
El procurador intentó articular una respuesta, luego una segunda y por fin dijo:
—Es que es lo que la tecnología lo indica, licenciado. Son muchas pruebas: las órdenes de compra salieron de esas computadoras, las cámaras, las cuentas en la que encontramos en la nube con fotos de usted muestran con claridad que los dos detenidos lo conocían y lo trataron…
—Pérame, ¿cómo que me conocían?
—Claro que sí, mi gobernador, deme un segundo —el procurador deslizó algo en la pantalla de su dispositivo para arriba y para abajo repetidas veces—. Aquí está —concluyó para luego entregarle el celular al gobernador.
—¡No la friegues, Adolfito! ¡Esto es un festival escolar en una primaria! Estaba en campaña. Y ya pasaron como cuatro años de esto. ¿Es la única prueba?
—Claro, mi gobernador, allí están los dos. Hasta se los marqué en rojo.
El teléfono sonó en la mano del gobernador y llegó un mensaje:
¡Mi amado cerdiux! Frío frío bien helado lo que te dice ese tipo. Deberías correrlo, es bien incapaz.
Adoro que me ames tanto que sigas buscándome. Con eso sé que te importo ¡y mucho! Te amo, tu Xtlk@r. XOXOXOXOXOXO
Llegó una selfie del rostro del gobernador lleno de besos gracias a un filtro.
—Adolfo, sé que eres un inútil, pero eres mi inútil. ¿Cómo te convencieron que instalaras un spyware?
—Licenciado, es el teléfono que usted me envió apenitas antier. Y solo lo uso para cuestiones de trabajo.
—No te lo mandé.
El mayordomo apareció en el comedor, puso la caja de un celular de un iPhone XXVI que lanzaron la semana anterior, y tras decir “Acaba de llegar, señor”, se retiró.. Encima venía un post-it rosa con un texto y un beso que parecían reales pero, al mirar bien, fueron impresos. El texto decía:
Cerdiux, lo prometido es deuda. Tu nuevo telefonito para que sigamos en contacto siempre. Te adoro y te ansío. Xtlk@r XOXOXOXO
—En verdad, Adolfo, te lo confieso y que quede entre nosotros. Desde que empecé con los bailes en el Tiktok, mi canal de streaming, siempre he sentido que algo o alguien me observa. Likes y corazones por montón de varias cuentas. Creí que eran bots del partido, la verdad, luego me enteré que no los contrataron. Regalos a veces, mensajes a veces, llamadas y nadie al otro lado. Cada vez más intenso. Cambio de teléfono como calzones. Igual las computadoras, ahora las cámaras… y no para, aumenta. Tiene lana por montón. En verdad, tengo miedo.
—Es de entenderse, gob… Enrique.
—Como si fuera la red, internet quien me vigila.
El celular en la caja repicó con fuerza y no se calló. De inmediato el gobernador rompió el celofán, abrió la canta y contestó:
—¡Bingo! Caliente, caliente, mi Cerdiux —respondió una voz fría, electrónica y emocionada—.
Siempre estaré contigo y tú conmigo vayas a donde vayas. No te olvido y no me olvidarás, prometido. Te amo, te amo, te amo…