Jorge Luis Lozoya
Las películas donde el esoterismo, la magia negra y el anticristo mostraban una visión del despertar a la edad sexual y del cómo el sexo es brutalmente reprimido por la sociedad en general y por la religión católica en particular se volvieron piedra angular del cine de horror a nivel mundial desde los principios de este arte. México por su parte, ofreció al mundo un subgénero anticristiano y diabólico lleno de posesiones y perversiones sexuales que en los años 70 lograron darse a conocer dentro de la moda del cine de explotación mexicano o Nunsploitation.
Alucarda, (1978), del director Juan López Moctezuma, está influida por el clima perverso de las obras de Sade. En este film cuenta la historia de Justine (Susana Kamini), una joven huérfana quien es llevada a un convento que funciona como hospicio. Ahí conocerá y trabará una amistad profundamente inconveniente con otra chica de nombre Alucarda (Tina Romero) Poco a poco, el Diablo poseerá a las muchachas, quienes sembrarán el terror al interior del convento. La única esperanza para la orden y las chicas a su cuidado es el Dr. Oszek.
En esta película, el director intenta mezclar una clase de literatura erótica inspirado por las obras del Marqués de Sade con la mitología de Bram Stoker (escritor de la novela Drácula), mientras busca el lado retrospectivo del mundo medieval con los pocos ortodoxos métodos que la Iglesia Católica utilizaba en contra de la herejía, combinado con una simbología que refiere a la brujería y los aquelarres.
Para caer en la posesión demoníaca, la adoración a Satanás y el vampirismo, Moctezuma recupera de forma magistral la cosmogonía vampírica, como también de la esencia obscura, siniestra y cavernosa descrita en los libros. Y aunque se abandona la elegancia y el romance, se exalta lo grotesco o demoníaco, como fuerte alusión al poder del Diablo. Desde el nombre, Alucarda, la versión femenina de Alucard, Drácula escrito a la inversa.
Alucarda tiene el control para decidir sobre la voluntad de Justin: ella es pensada como un hombre, y un hombre posesivo, que deja entrever que puede volverse violento, por la forma en como sujeta a Justine cuando le dice lo celosa que es, cuando manifiesta su deseo por ella. Los celos forman parte de un discurso más amplio y “aceptado” en distintos ámbitos sociales. El discurso del amor romántico también se vislumbra cuando hace referencia a un amor que puede conducirte hasta la muerte donde “se tiene que amar a la otra, hasta la muerte”.
Este argumento que ha sido producido y reproducido desde el régimen heterosexual, usa los celos como estrategia de violencia para mantener el dominio y la obediencia. Ser mujer en nuestra cultura es adoptar las marcas de feminidad y orientar nuestro deseo hacia los hombres. Esta declaración que se nos presenta como sencilla, directa y sin ninguna problemática por parte de una de las protagonistas es, hasta cierto punto, engañosa: Alucarda expone sus sentimientos de manera directa, confiada y hasta dominante; en tanto Justine, reacciona de manera más pasiva y emocionada. Estas actitudes representan una clasificación de género, donde Alucarda sería el sujeto activo y Justine la figura pasiva; un pensamiento que se centra en dualidades; una relación que refleja como espejo las relaciones heterosexuales.
Alucarda es un extraño legado que presume de haber mostrado lo inimaginable en el conservador México de los 70. Un legado asombroso, lleno de tortura, satanismo y lascivia lésbica que demuestra que hay de todo en el cine de posesiones y exorcismos. Que hay de todo en el rebaño de Satán siendo esta una de las películas de horror con mayor cantidad de desnudos, tanto masculinos como femeninos, en pantalla. El color de la sangre al derramarse, las cavernas del monasterio, las velas derretidas e incluso la escena del aquelarre en medio del bosque es una clara referencia a los filmes italianos de los 70. El largometraje tiene su encanto en ese estilo exagerado, inverosímil y atrevido que le valió el título de película de culto para nuestros días.
Abiertamente anti católica y en contra de lo que la gente considera “buenas costumbres”, ya sea por abordar el tema del satanismo o el lesbianismo, para la crítica conservadora todo estaba mal en esta cinta. Actualmente reivindicada, siendo uno de los filmes más aclamados del cine charro y posicionándose con el tiempo como una joya de culto de los 70.
